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La pareja de tenis

La paire de tennis

¡Hola! Voy a presentarnos: éste es Pieizquierdo de Tenis y yo soy Piederecho de Tenis. Somos una pareja de zapatillas de tenis. De hecho, una antigua pareja de zapatillas de tenis. Hoy, mamá ha decidido que estamos listos, Pieizquierdo y yo, para ir a la basura.

Sin embargo, yo me acuerdo de los buenos tiempos, cuando estábamos bien colocados en la estantería de la tienda, esperando que unos piececitos quisieran calzarnos. ¡Qué bonitos éramos en esa época! De piel blanca, con una tira azul en cada lado y goma alrededor para protegernos de los malos golpes. Unos cordones blanquísimos adornaban nuestros agujeros.

Y un buen día, Jerónimo nos escogió, sin dudarlo, ante la desesperación de mamá, que consideraba que éramos demasiado caros. Pero Jerónimo ganó y nos llevó con él. A partir de ese día, empezó para nosotros la vida de verdad.

Cuando nos calzaba, empezaba la aventura. A Pieizquierdo no le gustaban especialmente las tardes de montar en bicicleta, porque Jerónimo tenía tendencia a utilizarlo de freno. Yo temía más los partidos de fútbol con los amigos, porque acababa siempre lleno de chichones.

Todos los domingos por la noche, mamá gruñía, porque estábamos sucios, y Jerónimo tenía que lavarnos. Una vez incluso probamos la lavadora. No nos gustó mucho, pero estábamos dispuestos a cualquier sacrificio con tal de que Jerónimo pudiese calzarnos.

Un día, Jerónimo decidió ir a la aventura al bosque de detrás de casa. Ese día no nos trató muy bien, sólo pensaba en sus juegos y no tuvo consideración con nosotros. Con él combatimos animales feroces, saltamos por ríos y precipicios, conquistamos tierras salvajes. Con nuestra ayuda escapó de sus enemigos, salvó bellas princesas y abatió monstruos y brujas malas. Él era el gentil caballero y nosotros sus fieles “botas de siete leguas”. Chapoteamos en los charcos, subimos a los árboles y escalamos las rocas durante horas. Al final del día estábamos sucios y húmedos, tanto que un lateral de Pieizquierdo empezaba a descoserse. Ese fue el mejor día de nuestra vida.

Pero cuando volvimos los tres, mamá nos echó una bronca y Jerónimo estuvo castigado una semana, por haber perdido los cordones y, sobre todo, por haber vuelto de noche.

Después, nos fuimos deteriorando cada vez más cada día. Los pies de Jerónimo crecieron demasiado para nosotros. Mamá decidió reemplazarnos y Jerónimo nos olvidó en cuanto vio su nuevo par de zapatillas.

Mamá decidió entonces que ya no éramos dignos de los pies del pequeño y, por eso, estamos aquí, en la basura, desde esta mañana, entre el corazón de la manzana y la botella de cola, esperando que los basureros vengan a recogernos. ¡Así es que adiós! ¡La vida es demasiado corta para unas zapatillas de tenis!

-¡Eh! ¡Piederecho! Creo que has hablado demasiado rápido. Mira el niño que está sentado en la acera, hace un rato que nos está echando el ojo. ¡Mira, viene hacia nosotros! ¡Creo que nuestra última hora aún no ha llegado!


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